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MINNEAPOLIS -- Cerca del final de lo que era una campaña perdida en el 2006, el entrenador en jefe de los Minnesota Vikings, Brad Childress, cortó a su líder receptor unos días después de que se publicaran algunos comentarios críticos en un diario local. Childress estaba tan molesto, de hecho, que cortó al receptor abierto, Marcus Robinson, en la víspera de Navidad.

Fue difícil no pensar en ese episodio este lunes después de que se reportara que los Vikings habrían cortado al receptor abierto Randy Moss, menos de 24 horas después de que criticara a Childress y al resto del equipo después de una derrota de los Vikings por 28-18 ante los New England Patriots. En realidad, fue una acción decisiva a lo que se había convertido rápidamente en una relación insostenible. Pero ilustra de manera total la rígida definición de Childress de química del equipo, lo mismo que el análisis catastróficamente inadecuado del historial y métodos de Moss.

Muchos de ustedes se estarán preguntando si el propietario de los Vikings, Zygi Wilf, ostensiblemente avergonzado o molesto por los comentarios de Moss del domingo, habría intervenido para demandar la salida de Moss. La respuesta es que no estoy del todo seguro. Esto sí les puedo decir: hasta donde sé, Wilf jamás ha ordenado una decisión de fútbol americano. Hubiera sido totalmente fuera de carácter de su estilo gerencial hacerlo ahora.

Lo que nos trae de vuelta a Childress, quien reiteradamente ha martillado a jugadores a lo largo de los años por expresar opiniones contrarias al mensaje colectivo. Veteranos respetados desde Robinson al esquinero Antoine Winfield al receptor abierto Bobby Wade hasta el profundo Darren Sharper han absorbido su ira después de expresar sus opiniones a los medios.

Antes de que la noticia del supuesto corte se hiciera pública este lunes, Childress declaró que no consideraba los comentarios de Moss como "incendiarios". No le creí entonces, y supongo que ahora sabemos que no fue el caso. Me parece demasiado evidente que Childress leyó los comentarios de Moss y después observó el video de su desempeño del domingo en New England --un partido marcado por muchas de las tradicionales rutas a medias de Moss, y puntualizado por un esfuerzo pobre en lo que podría haber sido una recepción de touchdown en el cuarto periodo-- y se dio por vencido.

La decisión magnificó el error original cometido por los Vikings al adquirir a Moss de los Patriots el mes pasado. Nada ha sucedido desde entonces que haya debido sorprenderlos. El largo historial de Moss de ser patológicamente contradictorio es todo lo que hacía falta saber. Lo que sigue son hechos documentados, no opiniones:

Pese a sus habilidades sorprendentes, Moss no entrega todo su esfuerzo en todas las jugadas.
En la mayoría de sus campañas previas, Moss se ha dado por vencido en algunos pases atrapables.
No habla a menudo con los medios, pero cuando lo hace, no tiene filtro. Frecuentemente genera mini-dramas con verdades que causan cierta incomodidad.
Ha desconocido a la autoridad en cada una de sus paradas de NFL, explicando por qué ha sido despedido en cuatro ocasiones: dos con los Vikings, una por los Oakland Raiders y una por los Patriots. Si buscas a un soldado silencioso, Randy Moss no es tu mejor opción. No hay sorpresas aquí.
Estos temas están prominentemente expuestos en el currículo de NFL de Moss. Son obvios para cualquiera que se tome la molestia de mirar, y son la parte negativa de fichar a un jugador que será recordado como uno de los mejores receptores campo abajo en la historia del juego.

Childress dijo el mes pasado que no habló con Moss hasta después de realizado el canje. Pero debemos asumir que estaba completamente al tanto de la Paradoja Moss, y la aceptó como parte del acuerdo. Seguramente no pensó que Moss habría cambiado de algún modo fundamental, no con el entrenador en jefe de los Patriots, Bill Belichick, tan ansioso de negociarlo a media temporada. Y hubiera sido el colmo de la ingenuidad suponer que su organización y estructura podrían haber convertido a Moss en algo que nunca ha sido.

No, cuando se adquiere a Randy Moss a cambio por 12 partidos, se hace con los ojos bien abiertos. Antes de jalar del gatillo, se acepta el potencial para la destrucción, a cambio del beneficio a corto plazo sobre el campo. Cortar a Moss porque hizo lo que siempre ha hecho refleja un inexcusable compromiso con la decisión original. No es el modo de construir a un equipo, al corto o largo plazo.

De hecho, Jay Glazer de Fox Sports reportó que Childress habría dicho durante una reunión del equipo este lunes que Moss "no era la clase de individuo que deseaba" en Minnesota. ¿De verdad? La historia de Moss es demasiado larga como para que Childress no hubiera podido tomar esa determinación antes del canje.

Esta reciente catástrofe robó a los Vikings de una selección de tercera ronda, y podría costarles unos 3.388 millones de dólares adicionales si ningún otro equipo reclama su contrato. Lo peor de todo es que están donde estaban hace un mes: sin un legítimo receptor abierto que abra el campo para el corredor Adrian Peterson y para el receptor de la ranura Percy Harvin. El veterano Sidney Rice, quien se recupera de un problema de cadera, parece estar aún a semanas de regresar al equipo.

Pero esos temas a corto plazo palidecen cuando se comparan con el efecto a largo plazo de las implicaciones de este episodio. Si eres aficionado a los Vikings, probablemente te cueste trabajo sentir algo de fe por la dirección y liderazgo de este equipo ¿Qué hacen, y hacia dónde nos dirigimos? No lo sé, y aparentemente ellos no lo saben, tampoco.